El apoliticismo como excusa

Es un tema recurrente de difícil y cuidadoso trato pues ante la menor tergiversación afloran las descalificaciones de uno y otro lado. Me refiero al apoliticismo dentro de la escena. Común es ver a muchos skines llevar con orgullo la bandera del apoliticismo como si por esto fueran más que el que asume un compromiso político.

Pero ¿Qué es ser apolítico? Ser apolítico es negar la política, o sea negar el sistema en su totalidad; entendiendo negar el lenguaje, la comunicación, los códigos que dan sentido a nuestra concepción humana de realidad, porque somos ya animales políticos, que a raíz de el ordenamiento en sociedad hemos podido llamarnos seres humanos sociales y lograr progreso en todos sus ámbitos (educación, ciencia, medicina, etc.). Pues de partida el término es mal empleado y no representa más que una utopía como la anarquía. Pero aún así (muchos de ellos son apolíticos porque lo oyeron en alguna canción y les sonó atrevido) estos personajes que les pesa más el disfraz que sus ideas, siguen apareciendo como zetas en el bosque.

Ellos dicen que odian la política porque ésta separó al movimiento y lo “ensució”. Primero cuando hablamos de “política” en su término como tal no hablamos de “color político” sino del sentido general de los términos de convivencia que rigen una sociedad. Si nos rebajásemos a entender su verborrea barata y simplona del “buen chileno” pues veríamos (y nadie lo puede negar) que al inicio en el movimiento skinhead (ese año “69” que algunos adoran) si bien no había “color político” definido, sí era un movimiento político-social-cultural. Recordemos que nació de una coyuntura económica política y social que arrojó a la juventud inglesa a las calles, y se formó a raíz de la mixtura de las concepciones musicales y estéticas de los jóvenes sin futuro ingleses y de los jamaicanos inmigrantes (jóvenes negros). Por lo tanto, era fácil ver en aquellos tiempos a skines blancos compartiendo inquietudes, penurias, alegrías y desventuras con jóvenes negros.

Eran jóvenes pobres, de clase trabajadora, obreros, desempleados, y si no exhibían su color político abiertamente era porque no había necesidad de demarcar espacios cuando lo único que importaba para ellos eran las peleas y las borracheras infernales para amortiguar la pena del “no future”.

La política siempre estuvo presente en el movimiento pero a raíz del nacimiento de los “boneheads” se mostró abiertamente y eso también aumentado por las crisis sociales y económicas cada vez mas evidentes para la clase obrera vapuleada. Esto hizo mostrar a los skines identificados con algún sector político definido. Esto no los hizo menos skines sino solamente identificarse y comprometerse con alguna ideología política; se reúnen comparten opiniones y visiones y se organizan. Siempre estuvieron, solo se atrevieron a organizarse para trabajar en pos de sus ideales comunes.

Y así hasta hoy se diferencian las variadas ramificaciones que ha tenido el movimiento skinhead.

Pero ya no corren los años ´70 y estamos en otro período histórico y en otra región geográfica. Lo más fácil es vivir añorando los años mozos. Quienes nos acusan de tener ídolos y venerar personajes que se dedicaron a pensar y tratar de buscar justicia social, pues se olvidan de mirarse a un espejo y ver su veneración hacia sus símbolos estéticos, marcas y tiendas que no contribuyen en nada a mejorar la situación de la clase que les dio la vida. Lucen sus mejores pintas en tocata que se corra el rumor que exista y para los que a la calle sólo la ven desde sus cómodas casas tienen ahora una herramienta que les sirve para demostrar su “skinería” sin necesariamente serlos: el Internet. Y se quedan en la adulación barata.

Estos skines viven su propia realidad desconociendo el compromiso político para atacar las armas que les atacan a diario. Y tener un compromiso político no necesariamente significa ser comunista, ni anarquista sino aceptar el antifascismo, el anticapitalismo como única herramienta para derrotar el actual sistema demoledor para nuestra clase.

Mientras los jóvenes comprometidos luchan a diario por adquirir conocimiento (baluarte fundamental de todas las civilizaciones), fortaleza física para así darle un sentido a nuestras insignificantes vidas otros llamados “apolíticos” le hacen asco al razonamiento y prefieren una vida licenciosa, fácil y apática que les da el no-compromiso. Ellos que saludan ya sea a un nazi como a un antinazi; que veneran más Londres que su propio barrio y que denostan a cualquiera que intente utilizar sus ideas y que genere movimiento antifascista, ellos son los elegidos y deben ser respetados por beber más cervezas que todos. Ante tales atributos cualquiera se rendiría aquella vida facilota y gratuita. Con esa moral nos critican.

Pero nosotros como conscientes y comprometidos con nuestros orígenes de esfuerzo, sudor y lágrimas no miramos sus ofensas más allá de un simple grito desesperado y vacío. Nuestro enemigo es alguien que sí merece nuestra atención, energía, y hacía él dirigimos nuestras miradas. Perder el tiempo con estos personajes sería faltarle el respeto a todos los obreros y campesinos que han dado su vida por verdaderos y reales enemigos: el fascismo y el capitalismo.

Por eso es que reivindicamos la cultura proletaria del skinhead como un compromiso de clase frente a la miseria que como ya vimos tiene nombre y apellido. Preferimos la vida del esfuerzo que la de la holgazanería. Esta vida que como jóvenes de clase obrera nos ha tocado vivir y de la que estamos orgullosos es la vida de un skinhead comprometido con sus ideales y que no descansarán ni se amilanarán frente a la crítica ni el embate del capital y sus hijos, ya sean apolíticos, nazis, policía, gobierno y empresarios

¡Viva el RASH!
¡Viva el antifascismo!
¡Viva en anticapitalismo!

¡AL ENEMIGO NI AGUA!